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ESTILO ES SUSTANCIA

CONFIESO QUE LA MEJOR definición de nuestro hombre de portada, Bryan Ferry, me la dio ChatGPT: “Bryan Ferry convirtió su corazón roto en arte y el estilo en religión”. En teoría era un fragmento de algo que había publicado The Guardian, pero cuando le pedí a ChatGPT el enlace al artículo donde había encontrado la frase, confesó que se la había inventado. “He debido de mezclar muchas descripciones elogiosas y alguna fuente secundaria (un libro retrospectivo o un artículo online) y lo he destilado en esa frase memorable”, respondió, con una curiosa mezcla de desconcierto y orgullo. El caso es que mi osado chatbot de cabecera no solo tiene razón sino que coincide con lo que Ferry le cuenta a Brenda Otero en la entrevista de la página 46: “No existe separación entre cómo me visto, la música que hago o la atmósfera que intento evocar”. Bryan Ferry, glamuroso líder de Roxy Music y, en solitario, decadente seductor del pop de los ultimos cincuenta años, encarna una sofisticación y una fe inquebrantable en el poder del estilo no sé si desaparecidas, pero desde luego en peligro de extinción. Su entrega a la imagen tiene que ver, él mismo lo dice, con su extracción humilde. Desde pequeño, se quedaba embobado mirando revistas y escuchando jazz y diseñaba en su cabeza el mundo al que quería pertenecer. Que no es ni más ni menos que donde vive hoy. Empecé a escribir estas líneas sobre el elegantísimo Bryan Ferry en el avión de vuelta de los desfiles de Milán, tras haber vivido mi propia tragedia de estilo en el de Dunhill: sudoroso, pálido, arrugado, en camiseta y sentado junto a un impecable muchacho italiano altísimo, morenísimo, perfectamente atemperado y vestido con traje de lino. El calor y cómo combatirlo con dignidad es el debate que ha provocado las discusiones más furibundas en la historia del estilo masculino. Les recomiendo que lean los comentarios de los temas que hemos publicado en nuestra web sobre dos asuntos espinosos: la vuelta del slip o braga náutica y el debate de si las chanclas son menos aceptables en los hombres que en las mujeres. ¿Lo duda? Si el equivalente de las chanclas en ropa para mujer es el vestido de tirantes, considere todas las veces que ha visto a un hombre con vestido de tirantes en la oficina. Ya se lo digo yo: ninguna. (Esto de las chanclas probablemente sea también un problema de pedicura). El caso es que la mitad del mundo que defiende la comodidad y la mitad del mundo que prioriza ese concepto difuso llamado decoro son aparentemente irreconciliables, incluso con temperaturas extremas. La buena noticia es que esto no es nada que esté afectando al trabajo de los diseñadores de moda: en Milán había mil grados húmedos pero eso no impidió que el desfile de Dunhill, por no salirme del hilo, fuera puro cosplay banquero —como decía Diego Cervantes— y principesco. Trajes, maletines, corbatas, gafas de concha y Clément Chabernaud con pajarita, batín y dos galgos afganos. Hace no tanto, cuando el padre de un íntimo amigo vio lo que su hijo se iba a poner en la boda de un conocido de la familia, le hizo la gran pregunta que todos nos hacemos al vestirnos: “¿Pero acaso quieres destacar?” Ahora mismo, la respuesta correcta podría ser sí. Son tiempos aciagos y que la figura del dandi escapista esté de vuelta quiere decir que el estilo puede ser de nuevo una forma de protesta. “Baila para que se pase el desamor / baila para que se pase el dolor”, cantaba Bryan Ferry en Dance Away, de Roxy Music. ¿Adivina con qué canción terminó el desfile de Dunhill, con sus perros y sus disfraces de banquero y de príncipe decadente, y todo lo demás? La más famosa de Roxy Music, More Than This. Es mal momento para todo menos para creer en Bryan Ferry. Una apuesta más de esta revista por hombres dueños de sofás floreados: Bryan Ferry el 30 de junio de 1974. Seguir leyendo